lunes, 16 de marzo de 2015

Sobre ti y tu mirada

Sobre ti y tu mirada se mucho, pero todavía creo que no se nada. Sobre tu sonrisa no puedo escribir, siguen sin salir las palabras y el calor del pecho no me deja ni intentarlo, se que no se nada y que difícilmente alguna vez podré saber. Se que llevo mucho sin escribirte y que tú hace mucho que no me lees, lo que te escribo no es mío, aunque es parte de mi. Todo ahora y siempre ha sido de quien lo provocó igual que el cuadro de Basil HallwardNo es que hoy merezca la pena más que otros días, pero hoy no es como otros días.

Veo lejos aquellos días en los que tu vivías en la Universidad de España y yo en la terreta de la luz y las flores pero esta mañana, en un día como hoy, no sucede otra cosa que nuevamente esa amargura en la boca. Verte subir a ese autobús, volver solo conduciendo y encontrar otra vez el orden en mi habitación me hizo recordar aquello que no quiero. La situación es diferente pero no pude evitar recordarla; se que ahora no estas lejos, aunque nunca lo has estado; se que te veo muy frecuentemente, pero no a diario, se que te oigo todos los días, pero no veo tus labios.

Espero algún día poder devolverte todo lo que tu me has dado, aunque nunca te podré devolver todo lo que te he quitado. Créeme que cada día que pasa sueño con soñar que duermes a mi lado, créeme que cada día que pasa se que soy el hombre más afortunado. Tal día como hoy en nada has cambiado, pero tu y yo sabemos lo que realmente no ha variado.


Sobre tu mirada veo que la distancia no importa y sobre ti se donde encontrarte, sobre mi solo quiero tu cama y sobre mi mirada solo tu sabes lo que guarda.

Nosotros


domingo, 6 de julio de 2014

De la indignación al cabreo y al revés

No sabía si aquí sería un buen sitio para escribir, pero sabia que quería compartirlo (o tal vez desahogarme) y aunque no sea la temática que habitualmente se encuentra en este blog si es algo digno de mostrar. Es una situación aparentemente normal pero con la que a posteriori me asaltaron cantidad de dudas y temas relacionados en los que pensar, espero que a vosotros os contagie el mismo efecto.
Como breve introducción ayer me dispuse a sacar unos billetes de tren en la estación de Renfe. Como es habitual hoy en día, no había ninguna persona en ventanilla, eres tu mismo quien va a una maquinita, le dices el trayecto y los días y él te da a cambio tarifas y horas. Seleccionadas las que más me convenían, era la hora de pagar (solo tarjeta); total, que al meter la tarjeta me la tragó. Aguardé pacientemente unos minutos a ver si el pago tardaba más de lo esperado, pero no. La situación: un soleado sábado de julio a las 3 de la tarde ¿habría algún trabajador por allí cerca? Tuve suerte, y si. El señor, con mirada cansada y voz de ducados, muy amablemente me dijo que él no podia ayudarme, que era de ADIF y la maquina pertenecía a Renfe, que no podia hacer nada, que a lo sumo me la sacaba con una navajuca. En la maquina observé que había un "teléfono de incidencia", llamé; un 902. Después de escuchar pacientemente una grabadora que me ofrecía asociados números con posibles problemas y ninguno de ellos parecerse al mío finalmente se puso al aparato y chico, que con aire no muy comprensivo me dijo que no tenia que llamar a ese teléfono, que ese era para incidencias por internet; "es el que ponía en la máquina, ¿te importa darme el número correcto?". Me pasó con otra chica, esta vez sin el tramite de marque 1 para... No se si sería su primer día de trabajo, soy el único imbécil al que le pasa esto o realmente ni ellos mismos sabían que hacer. Después de mantenerme unos cuantos minutos a la espera mientras ella buscaba una posible solución y el 902 seguía engordando, se me ocurrió presionar la tarjeta que estaba dentro con otra tarjeta para ver si la movía y la expulsaba. ¡Eureka! Conseguí sacarla y de paso encontrar una segunda función a la tarjeta de estudiante de la Universitat de Vàlencia (la primera es darme un gran descuento en el cine para que la entrada me cueste solo 6€). En este momento se acercaba el señoruco de antes con un libro digno de enciclopedia universal diciéndome que había llamado a un número (señalando el libro) y que lo intentase metiendo otra tarjeta a ver si...Le agradecí la gestión más aún a sabiendas de que él no tenia ninguna responsabilidad y lo hizo por hacer un favor.
Finalmente conseguí sacar los billetes. En mi contra he de decir que quizás introduje mal la tarjeta, vamos al revés, pero digo yo que lo normal hubiera sido que la expulsara y en la pantalla dijera "tarjeta introducida erróneamente" o algo así. Con los billetes en la mano, me acerque a la garita del trabajador para informar de mi logro, agradecer de nuevo su ayuda y en resumidas cuentas despotricar del asunto, dándome que pensar una vez me había ido.
La verdad es que si profundizas un poco en el asunto tiene más miga de la que crees, vayamos por partes como dijo Jack. El hecho de que esto me suceda a mi, no me supone ningún problema en comparación con mi abuelo (y con el tuyo, piénsalo así) porque estoy lo suficientemente relacionado con las tecnologías, tengo móvil, una mente joven ("hábil"), tampoco tenia mucha prisa, etc. como para poder sacarme las castañas del fuego yo solito (bueno, casi). Pero imaginate a un abuelo de toda la vida, que se encuentra en esa situación, ¿que cojones haría? De primeras muchos de ellos no tendrán ni tarjeta para sacar el billete, es más llegarán y verán la ventana de ventas cerrada y se pensarán que no venden billetes; ni tendrán vista para ver el número de incidencias si les sucediera algo y con su bendita paciencia esperarían a que la chica les dijera algo (por cierto, yo la colgué), me hubieran mandado un técnico o yo que se (sus 3 horas de espera y eso). Por suerte y esto si que es Marca España, somos buena gente, y cuando podemos nos ayudamos, y del mismo modo que el señoruco me ayudó a mi, estoy seguro (y con más razones) de que ayudaría al abuelo; a pesar de que no es su obligación (no le pagan por eso), estoy seguro de que en otro país ese señoruco no hubiera hecho nada ¡ojo! y no es porque sea "malo" si no porque no es su obligación y también estoy seguro de que al no ser España habría alguien de atención al consumidor allí mismo, no tenemos unas cosas, pero tenemos otras.
Por otra parte pero relacionado me parece horrible esta deshumanización del trabajo, nos tenemos que sacar nosotros mismos los billetes, cobrarnos la compra, servirnos la gasolina,...con todo lo que conlleva, estoy haciendo un trabajo por el que no cobro, es más pago, y no, no pago más barato que en otro sitio donde si me atienden; pero claro estos son beneficios para una empresa, que además se ahorra un sueldo y un seguridad social, ora poniendo una maquina ora haciendo nosotros el trabajo. Negocio redondo.
Lo voy a dejar aquí, que creo que me estoy calentando y metiendo en un jardín. Al final vino lo peor: "¡Que cojones! Devuelvo los billetes y me voy en blablacar" pero no había a quién devolver los billetes ni quién me devolviera el dinero. Cosas que pasan.

domingo, 9 de marzo de 2014

Calma

Ahora es un momento de serenidad, donde el rio fluye y parece ir todo bien. La calle esta tranquila, hace tiempo que no se oye nada de galernas y esta mañana el sol ha brillado con fuerza. No tengo ninguna queja salvo la distancia, que se pone en medio para no tacharme de avaricioso, mis entresemanas están organizadas y mis fines por suerte han cogido un sabor a reencuentro y un dentro de nada, aquí otra vez.
No tengo nada que leer mañana, esa es la única pega, he cogido el gusto a eso de aprender, de sacar un rato para vivir lo que no es mío y matar el tiempo a la vez. El invierno parece morirse a ráfagas cada vez que cojo el tren y deja paso a ti y a tu primavera, donde cierras los ojos, levantas los brazos y haces que se me dibuje una sonrisa digna de un imbécil. No te engaño y tengo ganas de todo, pero no se por donde empezar; se que tu también (tanto lo uno como lo otro) pero si no nos importa pasaremos el rato que eso también nos da felicidad.
Te he escrito algo, solo por si llegas a casa y tu cama sigue fría o echas de menos a alguien allí. No hará que ninguna de ambas cosas mejoren, pero si quizás mejore algo dentro de ti:

Su nombre me produce escalofríos, sus besos ternura, su mirada vértigo y su olor excitación. Tiene un algo inexplicable, algo que la distingue del resto de la humanidad, desprende alegría, contagia felicidad. No sabría bien definir su naturaleza, de donde procede su dulzura o como es capaz de hipnotizarme con sus movimientos, tiene magia, ni ella lo sabe, solo lo veo yo. Consigue cambiar mi voluntad, moldear mi realidad a la suya, nos hacemos el uno al otro, nos contrastamos, nos complementamos, una pincelada negra en un lienzo blanco, un cajón ordenado en una habitación destrozada, la humanización de un monstruo y la ciencia para un soñador. No controlo mis instintos, mi química, su estimulo me mata, solo con verla, con sentirla cerca, muy cerca, me calienta y es suave, lo hace sin querer, sin saberlo, es despistada, hasta cierto punto un desastre, un desastre que me ayuda, que necesito, que amo. Todo bondad, inocencia, calidez, sueños y primavera. Es aire fresco, el pozo en el desierto. Ella es inexplicable, tiene algo, es mi amor.



lunes, 27 de enero de 2014

Mi otra Valencia

Año y pico de cambios, de empezar, mantenerse y acabar. De en poco tiempo que pasen muchas cosas, de que en poco tiempo se haga largo el terminar. Año de no rendirse y redimirse, de demostrarte y de demostrarme. Resistencia. Pensar con el corazón y con la cabeza a partes iguales. Apoyarte sin derrumbarme, besarte sin tocarte, aguantarme las ganas de estornudar para no despertarte y después las lágrimas al ver que no estas. Prometerme cada día mejorar en lo personal y lo profesional, ser alguien de quien puedas presumir. Soy todo tuyo y nada sin ti. Jurar no escribirte hasta que no tenga algo digno que decir. Dormir en la esquina de la cama dejando tu hueco ahí, poniendo la mesa para dos, pero huevo con patatas para mi. Ver tu foto en el escritorio antes de dormir y al levantarme cada día comprobar que sigues mirándome a mi. Buscar el equilibrio ha sido difícil, entre el aroma que dejaste y cuando se esfumaba, los nervios por ir. Jugar con pensar, en lo pasado, en el ahora y en lo que vendrá. Instarte a soñar, a que lo que prometí llegó y lo que prometo llegará. La esperanza y la fe es fundamental; por favor, no pierdas las ganas de volar.
Esas fallas en las que no estuviste, ese Turia que te espera y esa playa que sabía a poco. Un verano que se hizo corto y una espera en la que al reloj le costaba avanzar. No añoro pasar un día entero en un bus pero la recompensa merecía eso y más, no echo de menos Madrid aunque repetiría sin dudar. Y ahora, aquí, me veo echando la vista atrás de todo lo pasado y lo que pasará. De recordar como se escribía y otras cosas olvidar. Un año sin escribir pero con cosas de las que hablar, un año que prometí cambiar pero del que no cambiaría nada sin dudar. Demostraste y demostré, que querer es poder, que poder pude cambiar y que entre tu y yo nada jamás cambiará. Mientras tanto llueve a raudales, cosa que ya casi había olvidado; mientras tanto te escribo y te anhelo, cosa que espero poder olvidar.

Valencia sigue ahí, y espero que la puedas disfrutar, de ser así volveré pero Mi otra Valencia no volverá.

Ella mirando la mar

martes, 9 de abril de 2013

El perfecto Casado. Capítulo 6


Se oyó la bocina de un coche, era negro, nunca antes le había visto, de él salió una persona que apenas se vislumbraba, pero tenia figura de mujer. Antonio se levantó del banco nos besó en la frente y se dirigió hacia ella.


Con lágrimas en los ojos, vimos cómo Antonio se volvía a separar de nosotros, cómo se montaba en el coche tras abrazar a su cómplice. Vimos cómo Antonio, nuestro amigo Antonio Casado, se fue para no volver.


Nunca se volvió a saber nada de él. Todo cambió en el pueblo, el Dulce Reggina cerró, Sandra y Lira desaparecieron, no juntas pero si a la semana de que Antonio se marchara mientras que Ponce y Lulú abrieron un pequeño restaurante en el pueblo. Claudia volvió a la ciudad y según rumores que escuché a los 3 años se volvió a casar con un afamado abogado un tipo gordo y vividor; amigo de la familia y que fue a la boda de Antonio según me informaron.


Años después Ricardo nos confesó que su noche con Lira, primera y última, fue un fracaso total; que era una chica joven, nerviosa y sin experiencia y que le dijo a Ricardo que estaba enamorada. Todo ello nos llevaba a pensar en Antonio, pero la verdad es que si en el misterio está, que en el misterio se quede. Ahora este viejo se va a dormir, que por recordar y no por viejo, uno se cansa rápido.

jueves, 28 de marzo de 2013

El perfecto Casado. Capítulo 5


El ocaso del viernes se acercaba, todo el pueblo esperaba impaciente a Antonio. Llegó en coche Don Ernesto y paró enfrente de nosotros, de la parte delantera del coche salio él y su esposa, de la trasera salió Antonio. No parecía el mismo. Con un bonito traje de seda marrón, una camisa blanca preciosa, una corbata a rayas blanca y roja, unos zapatos de cuero negro y repeinado para atrás como buen chico de ciudad, se acercó a mí para abrazarme, a pesar de nuestra cara de descontento. No pude negarle el abrazo porque por mucho tiempo que haya pasado o por el poco recuerdo que mostró en su ausencia, seguía siendo Antonio. Después de mi siguió con Carmelo, posteriormente con Rodrigo, finalizando con Ricardo.


Sacó una botella de whisky escocés y nos propuso ir a su casa para hablar y tomar unos tragos, al igual que en el momento en el que abrió sus brazos para cogernos, no pudimos negarnos. Parecía que no había pasado nada, que no le importaba el habernos dejado de lado 7 años; pero en su casa seria el mejor lugar para decirle lo que sentíamos.


Allí estábamos, en el porche de su casa enfrente de cinco vasos llenos de rico whisky, sobre una mesa de madera de roble, sentados en sillas de mimbre y con muchas preguntas que hacerle. Solo hice la sencilla pregunta del por qué. Antonio nos miro extrañado sin saber a que nos referíamos; en ese momento uno a uno le recriminábamos no habernos escrito, no habernos visitado, no habernos invitado al compromiso, no habernos noticiado de su noviazgo, no haber dado recuerdos a sus padres para nosotros, en definitiva, haberse desentendido totalmente de sus amigos, de su pasado.


Sorprendido nos dijo que nos escribió cada semana, que dio recuerdos para nosotros a cada visita de sus padres, que mando a través de su padre la invitación, que no iba al pueblo por estudios pero que nos recordaba cada día; ahora las preguntas y las sensaciones cambiaban, sentí lo mismo que cuando Don Ernesto me dijo que Antonio se casaba. Don Ernesto, él era la clave. Cruzamos miradas y sin mediar palabra nos levantamos y fuimos a buscarle, Antonio  sin comprender por que buscábamos a su padre nos siguió entre corriendo y andando ya que nuestro paso era ligero. No había cartas, no había recuerdos, no había anécdotas, Antonio cambió su gesto de sorpresa por uno de odio y comenzó a andar más vivamente.


Don Ernesto bromeaba y reía con Ponce, hasta que nos vio llegar. Entonces Ponce salió de escena y Don Ernesto cambio el rostro. Su hijo le cogió por la corbata y le exigió explicaciones, una sonrisa acompañada de la frase que nadie quiere oír, que le hace saber de un golpe lo que piensan de él, que muestra las diferencias que nos separan a los hombres, fue suficiente para que Antonio le diera un sopapo y la espalda. Ni siquiera un “lo hice por ti” cambió las cosas.

miércoles, 20 de marzo de 2013

El perfecto Casado. Capítulo 4


Desde pequeños siempre estuvimos juntos: en la escuela, en la calle, en nuestras escapadas nocturnas; incluso nuestra primera visita al Dulce Reggina la hicimos juntos. Desde esa tierna infancia todos sabíamos que el único de nosotros que tenia futuro era Antonio, ya fuera por su inteligencia o por el dinero que poseían sus padres tenia el porvenir asegurado. Así fue, y como las tardes de verano, el tiempo pasó rápido y antes de darnos cuenta ya teníamos la edad para labrar, todos menos la excepción que siempre fue Antonio, fue a la capital a estudiar dejando en el pueblo a sus amigos de toda la vida y a su novia y mejor amiga, Sandra.


De su estancia en la cuidad no supimos mucho. Le preguntaba a su padre sobre el tema alguna vez, cuando le encontraba paseando por el pueblo, y el siempre decía lo mismo que todo le iba muy bien, que los estudios les sacaba con nota y que pronto vendría a hacer una visita; pero nunca venia. Eran Don Ernesto y Doña Samanta los que siempre iban al encuentro de su hijo y al regresar no decían nada novedoso. Nunca supe el porque de su distancia y poco trato, no solo conmigo sino con todos los que han sido durante toda su vida los amigos de su hijo, ya fuera por nuestra condición de humildes y por la suya de privilegiados, porque no querían que supiéramos nada para no darnos envidia o porque nos tenían lastima por la suerte de su hijo, porque Antonio no estaba con ellos y eso les afligía o porque nunca nos tuvo en aprecio por creer que éramos malas influencias.


Hace ya unos meses al volver de su visita a Antonio, y como costumbre, le pregunte a Don Ernesto como estaba su hijo, la respuesta me sorprendió, no porque dijera algo diferente de lo que solía, si no por la actitud con la que me lo dijo. Me extrañó  mucho más su simpatía hacia mí, como si de familiar me tratase, que la noticia que me dio. Alegre me contó que Antonio se iba a casar, que llevaba ya un año y medio con una chica de cuidad, con una sonrisa fingida le conteste y me fui. No supe como reaccionar y fue en el momento en el que les repetí a los chicos lo que Don Ernesto me dijo cuando un cúmulo de sensaciones recorrió mi cuerpo y estoy seguro que el suyo también. Antonio, nuestro gran amigo Antonio Casado, estaba prometido. Alegría y gozo por la noticia del compromiso, tenía cultura, porque ya finalizó los estudios, salud por su juventud, dinero ora por sus padres ora por su esfuerzo y el amor ahora ya lo ha encontrado, y teniendo nuestra leal amistad a pesar de la distancia, nada le falta. También le odiábamos de forma amistosa por irse tan de improviso hace, por aquel entonces, 7 años, por no habernos escrito ninguna carta o dar recuerdos a sus padres para nosotros o dignarse a visitarnos al menos una vez en todo el periodo, ni por invitarnos al reciente compromiso. No me explicaba como esas sensaciones tan antónimas podían ser capaces de confluir a la misma persona y por un solo hecho, Antonio regresaba a casa.