jueves, 21 de abril de 2011


Antisocial

Me voy a comprar un dirigible, una botella de champán y una cajetilla de cigarros, en un día soleado iré a volar y mientras disfruto de las burbujas y el humo que se mezcla en mi boca miraré hacia abajo y veré como las hormiguitas ajetreadas que son no paran de moverse y de envidiar. En este mundo hay más placeres de los que uno cree y aunque no tengan un dirigible si se portan bien y estoy de buen humor igual les dejo que me acompañen, pero eso si, el champán correrá de su parte. Hablando de los placeres uno bien reconfortante es hacer ruido mientras como, disfrutar el silencio, gritar debajo del agua, insultar entre dientes, pensar como te asesino mientras, por cortesía, te saludo o incluso pensar como estarías sin ese vestidito que tanto te tapa el cuerpo. El placer también se encuentra en lo fastidioso así pues bostezo mientras te miro para pegártelo, hablo de cosas que no conozco haciéndome el interesante sabiendo que el que me escucha es mas imbécil que yo y no se entera de lo que le digo y sobre todo poner sal alrededor de un caracol para ver que hace.

Me han dicho que es muy agradable la lectura, digo que me lo han dicho porque no lo he leído en ninguna parte. Creo que es una gran forma de tener experiencias sin vivirlas, no es lo mismo oírlo que leerlo, en oír una historia tardas muy poco tiempo. Además de eso la persona que te lo cuente sin quererlo dejará escapar matices en su tono de voz, en sus gestos, en sus expresiones que te harán ver de una forma mas subjetiva la situación; una subjetividad ajena, no la propia, que tienes al leer un libro en el cual eres tu únicamente el que otorga matices a sus pensamientos. El escritor puede de una mayor o menor forma caracterizar la situación y describir lo que acontece pero si en verdad lo que lees merece la pena tú serás el único que pueda vivir esa situación en su mente. Lo reconozco, las cosas como son, no soy un gran lector, la verdad es que me encantaría tener tiempo para hacerlo pero carezco del mismo. Ahórrense las burlas de porque predico algo que no ejerzo ya que les digo todo lo bueno que tiene la lectura y en la siguiente frase les confieso que lo único que leo es la caja de los cereales mientras desayuno; mas es solamente la forma que tengo de decirles lo que creo porque al fin y al cabo quizás lo que pretendo no es leer yo sino que lean ustedes, y de este modo mientras yo escribo ustedes leen y mientras yo les quito la venda ustedes abren los ojos. No soy un gran lector, y mucho menos un gran escritor, pero me alegra saber que por lo menos a cada palabra que leen mía les va convirtiendo en lo que yo querría ser.

Por cierto, imagino que les habrá resultado raro o no habrán sabido relacionar el titulo de la entrada con lo que realmente hablaba en la misma ¿verdad? Pues ya esta, ya acabán de ver el significado y si no le vieron o yo soy muy mal escritor o simplemente he hecho aquello tan fastidioso de hablar de algo que no conozco haciéndome el interesante a sabiendas de que los que me leen son más imbéciles de lo que pensaba.

Un saludo.

sábado, 2 de abril de 2011


Confesiones

Me declaro culpable del único delito del que un hombre nunca se arrepiente. Admito que nunca busque cometerlo y que cuando me di cuenta ya era demasiado tarde para remediarlo, estaba totalmente enredado y no miento si digo que sentí placer al ser consciente de lo que me sucedía, repito, nunca lo busqué; bueno, más bien nunca lo encontré. Reconozco todos los cargos que en mi recaen, los acojo como merecidos y hasta cierto punto me enorgullezco de ellos. No estoy solo en esto, es más si no fuera por la persona que me complementa esto sería tarea imposible. Es el crimen que siempre quise cometer.

Soy responsable de haber caído en el peligroso mundo del amor, de saber que todo lo que me rodea es testigo de mis estupideces, mis desvaríos y mis suspiros. Me siento observado por las farolas, el viento y los atardeceres de Salamanca. Las estrellas se ríen de mi romanticismo, la luna me tiene envidia por estar más cerca que ella de su piel, el sol se avergüenza de la poca luz que emite comparándola con la de sus ojos y el cielo la odia porque nadie le mira cuando ella pasea. Cada gota de lluvia pelea por tocar su rostro y cada brisa del viento por secarlo y remover sus cabellos. Creo que las metáforas son la más sencilla y bella forma de expresar lo que siento, dado que con la descripción me quedaría corto prefiero comparar lo que me sucede con mi entorno; así que, al igual que las flores necesitan un sol que las caliente y las mantenga vivas, yo necesito unos brazos en los que dormir. Al igual que el peregrino necesita una senda, yo necesito que sus palabras me pinten la voluntad. Del mismo modo que un barco sin nadie que tome sus velas navega sin rumbo, yo necesito un capitán.

Detesto encontrarme la cama vacía al dormir, la falta de aliento en mi nuca y unos pies que me acaricien las piernas. Tengo miedo a no ver sus ojos, a que su sonrisa se apague y a no oler su pelo por las mañanas. Me encanta pensar que en una montaña de carbón siempre habrá un diamante, que yo he tenido suerte y lo he encontrado o que ella me encontró a mí y todavía soy más afortunado. Añoro a cada minuto su voz, sus pantalones rotos y sus manos de niña pequeña. Me es imposible pensar su nombre y no sonreir, recordar su boca y no morderme el labio o querer estar a su lado cada vez que sueña y no soñar yo también. Envidio el aire que respira por estar más cerca de su corazón de lo que yo estaré jamás y el aire me envidia a mi por no ser tan efimero mi pasar.

A cada momento me urge la necesidad de que te lleves toda la furia que tengo contenida y que me des esos besos de los que cicatrizan las heridas. Al fin y al cabo, quizás esto no sea una confesión, puede que sea simplemente una declaración; una declaración de amor.