Ya era muy tarde, los cinco hombres obesos se fueron como pudieron
y Lulú ya estaba disponible en su totalidad para Carmelo, Ricardo se fue con
Lira y yo tenia que acompañar a Rodrigo a casa, porque tantos tragos de oso nunca
fueron buenos. Deje a Antonio hablando con Sandra, toda la noche conversando y
que si escuchito por aquí, caricia por allá, recordando viejos tiempos,
contando las nuevas, o simplemente hablando del tiempo, no me importaba,
Antonio tenia todo el derecho a disfrutar, era su ultimo día y creo que eso no
le gustaba. De repente cuando abrí la puerta del Dulce Reggina para salir con
Rodrigo, Antonio se levantó, dio un beso a Sandra diciéndole algo al oído y se
fue conmigo.
Entramos en casa de Rodrigo, pasamos a su habitación, le tiramos
en la cama, llevaba dormido ya un buen rato, y mientras le quitaba las botas
mire a Antonio con intención. Sabia por donde iban los tiros y me dijo que solo
recordaron viejos tiempos, que la contó su experiencia en la ciudad y lo
maravillosa que era su prometida. Le lance una segunda mirada a la que
respondió diciendo que no pretendía nada, que amaba a Claudia y que el día que
venia seria el más feliz de su vida porque se casaría. Finalmente sonreí y
seguí quitándole las botas a Rodrigo, mientras continuaba diciéndome que
Claudia era lo más importante para él, que echaba mucho de menos a Sandra por
lo que significó para él en el pasado pero insistiendo en que ahora Claudia era
lo más importante.
Salimos de la casa, entré en el coche y le ofrecí a Antonio
llevarle a la suya, no quería,
necesitaba caminar y pensar. Le lance otra mirada a la que no respondió, solo
sacó del bolsillo una caja pequeña y roja y me la dio, era el anillo; sonreí,
le mire, arranque el coche y me fui. Mientras me alejaba vi la misma escena que
unas horas después se repetiría.
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