miércoles, 18 de mayo de 2011


El libro rojo
  
Una vez tuve un pequeño libro rojo, me acompañó durante mucho tiempo y en el había vivencias, un montón de tonterías que solo yo entendía, un puñado de reflexiones y anécdotas que unos pocos mantienen en su memoria.

Quizás nunca lleguen a comprender el aprecio que yo tenia por unas hojas manchadas de tinta, frases sin sentido y locuras cometidas en un tren de Europa. Puede que el que hubiera visto los bocetos que en el había piense en garabatos y en lo mal artista que era el que sujetaba el lapicero, la suerte que tuvo de estar en este bonito sitio o quien sería esa chica de la foto del final. Por que cada fecha se acompañaba de una borrachera de filosofía, a que venia hablar de los canales de Venecia y lo bien que se reflejaba la luna en ellos, como era capaz de respirar tranquilidad en un lago de Suiza y sobre todo, por que el escritor en vez de desatar sus sentimientos al mundo los ataba a fuerza de párrafo. Leerá el día a día de un viaje a Cuba y a cada línea saboreará el ron y olerá el humo de habano que yo probé, verá las sonrisas de los niños y el ritmo que les impide no bailar; podrá sentir lo fina que son las arenas de Varadero y lo cristalinas que son sus aguas.

Encerré entre sus hojas mucho de mi, olvidé donde tire la llave y perdí el mapa que me decía donde lo había enterrado, me puse mil y una trabas para que sus secretos no fueran desvelados y se que lo hice bien y que el que lo lea ahora me envidiará por todo lo que hice y deje de hacer.

He llegado a la conclusión de que los recuerdos que realmente merecen la pena nunca se diluyen, siempre permanecerán en la memoria y si no permanecen en ella no seria tan importante como creía. Si en mi interior siguen latentes momentos e instantes, un pedazo de ellos seguirá vivos y seguirán siendo una página más de ese libro que no me pueden robar, el libro de mi vida. Aun así y por si acaso, de vez en cuando escribiré en un pequeño libro negro que ahora poseo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario